Nuevamente el Sr. Jim ha de liderar un grupo de aventureros que parten al rescate de una bella princesa en un hostil planeta de leyenda lleno de innumerables peligros entre los que se encuentran feroces y aladas criaturas mitológicas dispuestas a devorar a nuestro sin par héroe galáctico, así como acabar con la paz reinante en el planeta.
¿Podrá el Sr. Jim acabar con el voraz apetito de estas fieras mitológicas y no ser devorado en el intento?
¡Acompaña al Sr. Jim en esta nueva fantasía épica!
Lecturas draconianas
Una nueva aventura épica por Tony Jim Jr.
–Así Sr. Jim me dice usted que ha venido a rescatar a mi hijo, el príncipe Cáspita –dijo el rey John.
–No, no, no es eso, se equivoca… le decía, rey John V, que yo y mi ayudante, la bella Xeni-guay, hemos venido hasta su planeta para rescatar a su bella hija, la princesa…
–Yo no tengo ninguna hija, me temo que está usted algo confundido…
–¿Como es posible? Leí en su anuncio que necesitaba ayuda para rescatar a su hija la princesa Caspita…
–¿Donde leyó dicho anuncio? –preguntó el rey.
– En el Galactic Herald Tribune, mire, llevo conmigo un ejemplar donde aparece el anuncio en cuestión –dije tendiéndole el mencionado periódico al rey.
–A ver, déjeme verlo… mm, aquí pone claramente: prince…
– Prince, que es princesa en inglés, evidentemente –dije yo.
– Pues no, prince es príncipe, y princesa es princess. Y ya puestos, mi hijo se llama Cáspita, y no Caspita, pero es verdad que como en inglés no hay acentos, aparece escrito como Caspita, ahí tiene usted razón, Sr. Jim –aclaró el rey John.
–¡Cáspita!, pues sí, tiene usted razón, se trata de un tremendo malentendido. Está claro que los microbios traductores no sirven para la prensa escrita. Yo pensé que venía a rescatar a la princesa Caspita, y no al príncipe Cáspita…
–Hay que ver, ya me podías haber dejado a mí el diario, que yo sí que domino ese idioma – añadió Xeni-guay.
–Bueno, que se le va a hacer. Siento el malentendido, perdone rey John… Ya no le molesto más, me marcho por donde he venido, con mi bella ayudante, claro está…
–Eh, ¿pero donde vas? ¿Es que no vas a ayudar a este pobre señor a rescatar a su hijo el príncipe Cáspita? –dijo Xeni-guay.
–Pues claro que no… No me dedico a eso. Yo solo rescato princesas, nada de príncipes…
–¡Por Q! No me seas tan sexista –me recriminó Xeni-guay.
–No, no, no es cuestión de sexo, es que un héroe solo se encarga de salvar princesas, está claro… No voy a ser yo quién rompa la tradición. No hay nada más que hablar…
–Déjate de tradiciones.Venga ya, si has ayudado siempre a los más necesitados, sin distinción de raza, clero o sexo –dijo Xeni-guay.
–Bueno, no sé, no recuerdo bien a quién he ayudado exactamente. Pero ahora tengo que centrarme en mi carrera de héroe galáctico y solo dedicarme a cosas que tengan que ver con esta digna profesión, es decir: solo rescatar princesas en peligro –repliqué yo.
–Ah, sí? ¿Dejarás entonces de trabajar para los cardasianos?
–Pues no, que es el único sueldo fijo que tengo –respondí yo.
–Ya veo ya… Si es solo el dinero lo que te interesa, seguro que este buen hombre, el rey John ofrece una buena recompensa por recuperar a su hijo sano y salvo…
–Así es, como decía el anuncio, ofrezco una generosa recompensa a quién me ayude a traer de vuelta a mi hijo el príncipe Cáspita.
–Está bien, tienes razón Xeni, un héroe es un héroe, y no tiene que hacer ningún tipo de distinción. Hay que respetar a cada uno como es… Y dejar de lado la raza, especie alienígena o sexo de la persona que hay que rescatar, salvar o lo que sea…
–Eso es, ¡bien dicho! –añadió Xeni-guay con falso entusiasmo y cierta ironía.
–Bien, hablemos entonces señor rey John V de la recompensa… digo, de su hijo, el príncipe Cáspita… ¿Que es lo que ha ocurrido?¿En que peligroso lugar se encuentra?
–Verán, en este planeta desde tiempos inmemoriales ha existido un raza de grandes seres reptilianos alados, de una gran inteligencia y capaces de lanzar fuego por sus fauces…
–Dragones, vamos…
–Sí, por lo que sé de cultura terráquea, se les podría denominar perfectamente dragones. Pues bien, hace varios cientos de años, esta raza de dragones fue esclavizada por nosotros, la especie humana del planeta.
–Dada mi experiencia rolera, me cuesta imaginar que se pueda esclavizar a un dragón, y mucho menos a toda la población dragonil de un planeta –repuse yo.
–Bueno, no sé que quiere decir con eso de “rolera”, pero así fue, no sé exactamente como ocurrió, pero era así hace varios cientos de años en este planeta. Sí que es verdad, que desde siempre, nosotros los humanos hemos superado ampliamente en número a la raza dragonil de este mundo. Puede que eso haya influido…
–Ya podría ser –dije yo.
–El caso es que, los dragones de este planeta estaban bajo el yugo de los humanos y eran utilizados para trabajos pesados, dada su habilidad innata para producir fuego a altas temperaturas, eran muy útiles en trabajos de fundición y altos hornos. Lo cual hizo aumentar la prosperidad y desarrollo tecnológico del planeta.
–Un empleo un tanto extraño para un dragón, el tema metalúrgico lo suelo asociar más bien a los enanos –observé yo.
–Finalmente, hace también algunos cientos de años, los dragones se rebelaron contra los humanos, y tuvo lugar una cruenta guerra entre dragones y humanos. Esto provocó innumerables bajas en ambos bandos, pero sobre todo en el de los dragones, que partía ya de inicio con pocos miembros en sus filas. Por no mencionar la gran devastación que comporta cualquier guerra y un enorme retroceso tecnológico al que se sumió el planeta, al destruirse toda la prospera industria metalúrgica del mismo.
–Lógico –observé.
–Después de muchos años de cruenta guerra, ambas partes decidieron pactar un armisticio. Con él el planeta quedó dividido en dos regiones, el Sur donde nos hallamos nosotros, que quedó reservado para la población humana, y el montañoso Norte, donde se refugiaron los escasos dragones que quedaban.
–Una historia muy interesante, pero no veo la relación con su hijo, el príncipe Cáspita.
–Es que si no me deja acabar… Verán, como iba diciendo, se pactó un armisticio entre dragones y hombres, en el cual el planeta se dividió en dos partes. Pero no solo eso, pues se acordó también que los hombres entregarían en sacrificio cien mil jóvenes cada año a los dragones, a cambio de mantener la paz y de cierta cantidad de minerales extraídos de las ricas zonas mineras del norte.
–100.000 jóvenes, ¡que barbaridad! –exclamó Xeni-guay.
–Sí, así es, el caso es que dichos jóvenes son elegidos para el sacrificio por sorteo año tras año, y hasta hace unos años, las clases nobles del planeta no participaban en dicho sorteo. Pero con los avances sociales, se acordó este mismo año incluir a todos los jóvenes del planeta sin distinción de clase social. Y por desgracia este año le ha tocado a mi querido hijo, el joven príncipe Cáspita –explicó el rey John V.
–Vaya, también es mala suerte, ya en el primer sorteo que se hace incluyendo a todos los jóvenes, va y le toca a su hijo ser sacrificado –comenté yo.
–Es una historia algo trágica, sin duda –añadió Xeni-guay.
–Lo que no me queda claro es si también hacían o hacen distinción de sexo en esto del sorteo, si los jóvenes elegidos, son todo hombres o todo mujeres, o es indistinto…
–Vaya preguntitas que haces tú también –me recriminó Xeni-guay…
–Es un dato importante. Ya que por lo que tengo entendido, los dragones son más bien de pedir en sacrificio bellas jóvenes vírgenes.
–No, en este caso, desde el inicio los dragones pidieron solo jóvenes de género masculino, y así se pactó en el ancestral armisticio. Nunca se habló de distinciones de género, ni de belleza ni de carácter sexual –aclaró el rey John.
–Son muy “raritos” los dragones de este planeta. Primero se dejan esclavizar, y luego van pidiendo jovenzuelos. A saber para que los querrán…
–No sé, se acordó que fuera así, y nunca se ha discutido la posibilidad de cambiarlo. Aunque también es verdad, que no mantenemos ninguna relación, ni comunicación con los dragones del norte, a parte del sacrificio anual, claro está –explicó el rey.
–Ya veo ya, ellos se quedan en su lado del planeta, y ustedes en el suyo –observó Xeni.
–Y entonces, ¿para que cree usted que quieren a esos jovenzuelos? –insistí yo.
–Pues me imagino que para comerselos. Para alimentarse con ellos, por eso piden “carne fresca”, carne humana joven y tierna. Y es por ello que lo llamamos sacrificio.
–Vaya, que crueldad –observó Xeni-guay.
–Sí, pero es lo típico de los dragones, devorar a la gente…
–Este es un planeta pequeño, y con pocos recursos. Y nosotros acordamos hacer este sacrificio a cambio de la paz. Ustedes no son quién para juzgar nuestras costumbres, por muy crueles y barbaras que les parezcan.
–Pero cien mil jóvenes, son mucha gente…
–Sí, cierto es, y es verdad que a partir de firmar la paz con los dragones nuestro pueblo ha ido prosperando, y progresando en desarrollo, aumentando la esperanza de vida de nuestras gentes, y también aumentando la demografía del planeta. Hasta unos niveles bastante altos de sobrepoblación, así que cien mil personas, por cruel que suene, no nos suponen un gran impacto demográfico, aunque no deja de ser doloroso, por supuesto.
–No acabo de entender, que si usted piensa que a su hijo se lo han merendado ya los dragones estos. ¿Como es que pide que vayamos a rescatarlo? –pregunté yo
–Bueno, me imagino que los dragones no se comerán a los cien mil jóvenes de golpe, en una especie de banquete pantacruélico anual, si no que por lo contrario, irán reservandose jóvenes frescos para que les duren todo el año, hasta el siguiente sacrificio anual.
–Tiene su lógica sí, una lógica cruel y sanguinaria, pero lógica al fin y al cabo –añadí yo.
–Y por tanto tengo la esperanza de que no hayan comenzado primero “merendandose” a mi hijo, y que este esté aún vivo.
–¡Pues entonces no hay tiempo que perder! –observó Xeni-guay.
–Eso es… Precisamente, a raíz del último rescate principesco que llevé a cabo, elaboré un complejo sistema de detección para localizar a la princesa a rescatar, en este caso príncipe…
–No será necesario que recurra usted a ese complejo sistema, como le comenté antes, el planeta es bastante pequeño y está dividido en dos, y sabemos evidentemente a que zona llevan a los jóvenes del sacrificio….
–Bueno, eso simplifica las cosas sí…
–De echo, el planeta está tan compartimentado en dos, que solo existe un paso fronterizo para llegar a la zona de los dragones, el cuál gustosamente les indicaré –dijo el rey.
Así partimos raudos y veloces:
–Pues parece que ya hemos llegado –dijo Xeni-guay.
–¿Que te hace pensar que ya hemos llegado?
–Bueno, pues hay como una especie de enorme muralla en medio del camino, y una puerta que atraviesa dicha muralla, por no mencionar el enorme dragón que esta delante de dicha puerta mirándonos con cara de pocos amigos y el gran cartel sobre él que pone: “Paso fronterizo para acceder al Reino de los Dragones” –respondió la bella Xeni-guay.
–Buena observación, buena observación, ya sabía yo que hacía bien trayéndote conmigo…
–Ah, ¿que no solo me querías de chófer?
–Por cierto, ¿no te parece que el dragón este que no nos quita el ojo de encima, se está relamiendo?
–Sí, ahora que lo dices, es verdad… Se relame con cierta cara de hambriento. Debe pensar que le traemos comida a domicilio…
–O más bien que somos comida a domicilio… –observé yo.
–Aunque yo creo que solo se relame cuando te mira a ti, a mí no me hace tanto caso, casi ni me mira, me ignora bastante…
–Oh, oh, es verdad, solo se le hace la boca agua cuando me mira a mí… Y eso que tú estás más buena. ¿Será verdad lo que nos explicaba el rey?, que a estos dragones solo les van los chicos guapos y fornidos…
–No lo dirás por ti… Yo creo que ha visto que tú estás más rollizo.
–¡Sí hombre! Bueno, creo que tengo un plan. Vamos a hablar con él…
Entonces nos acercamos hasta el dragón guardián, y le dije:
–Muy buenas tardes señor… Dragón… Veo que está usted de guardián del paso hacia las tierras draconiles del norte…
–Brrffff –el enorme dragón como respuesta, solo emitió un bufido.
–Quería consultarle, pues como verá somos extranjeros en estas tierras… Por lo que tenemos entendido ustedes se comen personas, pero solo personas del sexo masculino, es así, no?
–Mm… no hacemos… distinciones de sexo… –respondió algo pausadamente el dragón.
–¡Ostras! Pues adiós a mi fantástico plan… –me lamenté yo.
–A ver, ¿y cual era ese “fantástico” plan que tenías?
–Pues había llegado a la conclusión de que al solo pedir muchachos para el sacrificio, los dragones solo comerían personas del género masculino… Pero veo que no es así… No sé entonces porqué solo piden muchachos en el sacrificio, supongo que es lo que se acordó en el trato inicial con el cual se firmó la paz entre hombre y dragones. Quizás fue para que los hombres no tuvieran tantos jóvenes guerreros con los que poder formar un nuevo ejercito con el que atacar a los dragones…
–Es una posibilidad. Pero no acabo de entender cual era tu plan para pasar al otro lado del muro –dijo Xeni-guay.
–Pues verás, si realmente solo comieran hombres, me hubiera disfrazado de mujer, y así hubiera pasado sin problemas al otro lado. Tú al ser mujer ya de entrada no tendrías que haberte disfrazado de mujer, claro…
–Hay que ver que ideas tan peregrinas se te ocurren, pero sí, hubiera estado gracioso verte vestido de mujer… Quizás, con la risa que le hubiera entrado al dragón, hubiéramos podido pasar sin ser devorados…
–Bueno, una vez descartada la posibilidad de infiltrarnos de incógnito, habrá que intentar parlamentar con ellos…
–Pues nada, nada, todo tuyo, las damas primero –dijo Xeni, haciéndome un ademan hacia el dragón vigilante
–Señor… Dragón… a ver, estooo, lleveme hasta su líder para que podamos negociar la liberación de un humano que tienen retenido… Quizás su líder acepte gustoso parte de la recompensa que me da el padre del muchacho por rescatar a su hijo. He leído en algún sitio que los dragones son muy dados a acumular tesoros…
El dragón como respuesta se limitó simplemente a darse la vuelta e irse hacia dentro de la muralla.
–Ostras, que dragón más mal educado, que me da la espalda cuando le hablo. Se va así sin más, sin decir nada… Oiga! Señor Dragón, no sabe con quién está hablando usted! –le increpé mientras se marchaba.
–Sí, eso tú ves provocandole. Que como se cabreé se te va a merendar de un bocado…
–¿Pero tú has visto? No me hace ningún caso… –le dije a Xeni-guay.
–Sí claro, ahora que se marcha el dragón eres tú muy valiente –observó ella.
Nos quedamos un rato así plantados delante de la puerta de la muralla de los dragones, sin saber muy bien que hacer… Hasta que pasados unos minutos salió de la puerta un joven muchacho (humano por tanto), que dijo así:
–Buenas tardes…
–¡Cáspita! ¡Yo le conozco! Le conozco por las fotos del periódico, ¡usted es el príncipe Caspita! –exclamé al verlo salir por la puerta.
– Sí, así es… Y mi nombre es Cáspita y no Caspita…
–¿Y como es que sale usted ahora a recibirnos? –pregunté
–Lo que ocurre es que los dragones no tienen mucha costumbre de hablar con los humanos y por ello, yo estoy encargado de servir de enlace entre los humanos y los dragones.
–Ah…
–Y entonces el dragón guardián de la muralla, al hablarle ustedes me ha avisado para que saliera a ver que querían.
–Vaya, que sistema de comunicación tan curioso. En cualquier caso me alegro de verle vivo…
–¿Y como es que está usted vivo príncipe Cáspita? –preguntó Xeni-guay.
–¿Por qué no lo iba a estar?
–Bueno, por el tema ese del sacrificio humano.
–Ah, eso. Bueno, realmente los dragones necesitan a los humanos para realizar tareas manuales, ya que ellos no disponen de manos, solo de garras, y entonces les ayudamos con las explotaciones mineras, con las tareas del hogar, y esas cosas.
–Está muy bien pensado, sí señor, son listos estos dragones –observé yo.
–Pues sí. ¿Pero por qué querían hablar con los dragones? –preguntó el príncipe.
– Ah, eso, es verdad… ¡Venimos a rescatarle!
–¿A quién? ¿A mí? ¿De qué? ¿Por qué?
–Pues a rescatarle de los dragones, evidentemente.
–No hay que rescatarme de nada. Ya les digo, los dragones nos tratan muy bien y saben que sin nosotros no podrían hacer nada.
–Pero tiene que venirse con nosotros…
–¿Por qué?
–Nos contrató su padre para liberarle de los malvados dragones.
–Les repito que no hace falta que me rescaten, y que los dragones no son malvados.
–Bueno, pues no serán malvados y les trataran muy bien pero usted se tiene que venir con nosotros como nos encargó su querido padre –dije yo.
–No es posible. ¿No ven que si voy con ustedes se descubrirá todo, y el sistema se vendrá abajo? –dijo el joven príncipe.
–Pero es un sistema basado en la mentira…
–Pero es un sistema que funciona. Los humanos se libran de un importante excedente de población, ahorrando en recursos, y evitando la sobre población y los dragones obtienen a cambio gente que les puede ayudar. Ambas partes se benefician –explicó el príncipe.
–¿Y su padre qué?
–Hay que realizar sacrificios para que el sistema funcione y se puedan evitar males mayores.
–¿Y nuestra misión de rescate qué?
–Les vuelvo a repetir que si voy con ustedes se sabrá todo y será el caos. Los humanos pensarán que los dragones les han estado engañando durante años y los dragones se quedaran sin humanos que les ayuden. Y volverá la guerra entre humanos y dragones…
–Se puede intentar llegar a un pacto y que los humanos colaboren voluntariamente con los dragones –dijo Xeni-guay.
–Imposible, mi padre, el rey de los humanos, tiene una mentalidad muy conservadora y de saberlo se enfurecerá y se sentirá engañado por los dragones, y no querrá colaborar con ellos voluntariamente. Al contrario, querrá vengarse de ellos e iniciará de nuevo una guerra contra los dragones –dijo el príncipe.
–A ver, un momento, ¿pero no ve que si nos explica todo esto nosotros lo sabremos y lo podemos explicar a su padre? –observé yo.
–No creo que lo hagan. El dragón de la entrada le ha reconocido a usted, Sr. Jim y sabe que es usted un gran héroe galáctico y que no contará nada de todo esto con tal de mantener la paz entre nuestros dos pueblos.
–¡Ostras! ¿Y como me ha reconocido? –dije un tanto sorprendido.
–Resulta que es un gran fan suyo. Y suele leerse sus aventuras siderales. Es más, me ha encargado que le pida a usted que le firme un ejemplar de uno de sus librillos, donde usted narra sus jocosas andanzas –explicó el príncipe.
–¿Como que jocosas? Son grandes hazañas, llenas de acción y dramatismo, nada de “jocosas andanzas”
–No sé, el fan es él, yo no me he leído nada de usted. A él le deben parecer divertidas, no sé, no entiendo yo mucho de humor dragonil…
–Lo cierto es que tiene usted razón, príncipe Cáspita – apostilló Xeni-guay.
–Sí, eso, tú ponte de su lado. Tú que has sido mi fiel compañera de aventuras, dale la razón, y quitame méritos, eso es, muy bonito…
–Un momento, un momento, que en lo de calificar tus “hazañas” no voy a opinar, lo que quiero decir, es que el príncipe tiene razón en que no podemos contar al rey que él y los demás humanos están viviendo tan ricamente aquí con los dragones. Al menos no podemos contarlo si hay riesgo de una posible guerra – aclaró Xeni-guay.
–Claro y la misión entonce a freír espárragos…
–Es lo que hay, no hay otro remedio, tenemos que preservar la paz en este planeta.
–Yo en nombre de los dragones les agradezco que guarden el secreto.
–Sí, claro, ahora a ver que le contamos a su padre…
–Bueno, pues no le entretenemos más. Yo creo que por seguir hablando no solucionamos nada y que las cosas ya están bien así, si ustedes están bien con los dragones.
–Por supuesto, así es. Ya les digo que nos tratan muy bien –afirmó el príncipe.
–Ale, ale, adiós muy buenas… Traiga aquí, que le firmo el librillo de su amigo el dragoncete, y nos marchamos ya – le dije arrebatandole el pequeño libro que portaba.
Y así nos marchamos de regreso al castillo del rey, para reconocer que no habíamos podido salvar a su hijo y contarle la mentira de que este ya había ido a parar a las fauces de algún dragón… Pero yo no paraba de darle vueltas (como es típico en mí) a todo lo ocurrido.
–Ay, que cosa más triste… –me lamenté
–Sí, la verdad es que es una situación muy triste, pero bueno, si ellos son felices así…
–¿De que hablas?
–Pues de toda esta historia de los humanos y los dragones… ¿Como es posible que ya no te acuerdes?¿Es alguno de tus ataques de amnesia selectiva?
–Ah, eso… No, no… Yo decía que es triste, que es una lastimica, que nuevamente nos quedamos sin cobrar por un rescate…
–Hay que ver lo quejica que eres, te pareces al enano gruñón…
–Si, eso, ahora métete también con mi altura… A ver que cuento le contamos ahora al rey…
Y así fue como no rescaté a la princesa, ni al príncipe, ni salvé el planeta, ni vencí a los dragones, pero al menos me encontré con un fan…
Nota final del Autor: Como hacía tiempo que no ponía nada en el blog he pensado poner un relatillo de los míos, a ver que tal queda. Reconozco que quizás es un poco incómodo leer en la pantalla del ordenador, por ello, si alguien quiere leer este cuento en otro formato, aquí lo tenéis también en formato PDF. Quién tenga la osadía de leerlo en los dos formatos disponibles en este blog, quizás se percate que esta versión que he dado en llamar «ilustrated» (porque viene acompañada de algunas bonitas ilustraciones de dragones) es algo más resumida, lo cual quizás sea un alivio para algunos.